martes, 20 de octubre de 2009

Por favor toque las piezas

Intro, aclaración y demás: este semestre estoy viendo una clase llamada Cultura Digital. Agradezco a mi profesora por obligarme a escribir, producir e imaginar y por abrirme un poco los ojos al mundo del arte contemporáneo, con el que nunca había logrado llevarme bien.
A continuación el escrito que realicé despúes de ver la retrospectiva de Rafael Lozano-Hemmer que se presentó en El Parqueadero. Creo que ayer u hoy terminó esa muestra, si se la perdió no se preocupe, vaya a http://www.lozano-hemmer.com/english/videos.htm y vea lo mismo que se pudo ver en El Parqueadero.


El hermano de mi novio es un videoartista, así que presenta la mayoría de sus trabajos en exposiciones de arte contemporáneo a las que, obviamente, asiste siempre toda su familia. Hace algunos días fuimos los dos (mi novio y yo) al Museo Nacional y en el segundo piso, colonia e independencia, nos encontramos con un baúl enorme hecho en madera que tenía “burbujas” en metal recubriéndolo; yo guardé distancia prudencial para observarlo, pero mi acompañante ni corto ni perezoso, acostumbrado a otro tipo de exposiciones, se acercó y tocó la llamativa superficie; acto seguido, yo le di un manotazo para que quitara la mano y recibimos un llamado de atención por parte de uno de los vigilantes “por favor sin tocar las piezas”. Ahora que lo pienso, mi reacción fue parecida a la de una institutriz severa de la época colonial, claro, muy acorde con la obra de arte que se vio comprometida; cada expresión artística lleva inscrita en sí los códigos de recepción de su respectiva época, no es algo malo, por supuesto; lo que veo como un problema es que en Colombia toda enseñanza del arte se hace desde los cánones del arte colonial, esto causa que otro tipo de arte sea desconocido y relegado, todos sabemos de la exposición de DaVinci pero son pocos los que saben de qué se tratan las figuras fucsias y moradas en la fachada del Jorge Eliécer Gaitán, y que los espectadores nos perdamos de ciertas experiencias, nuevamente pongo un ejemplo personal: antes de que fuera asignada como tarea la visita a la exposición Mr. America yo ya había asistido y cuando llegué a Silver Clouds me limité a recorrer el espacio delimitado tratando de no tocar las “nubes” que precisamente estaban ahí para ser tocadas por el público, de lo que no me enteré sino hasta mi segunda visita.

Admiro el trabajo de Rafael Lozano-Hemmer por, además de lo obvio como el enorme trabajo y la cantidad de preparación que exige cada una de sus presentaciones, la función, consciente o no, que desempeña como educador de públicos con respecto al arte. Sus obras sirven para expandir los conceptos que tiene la mayoría de la población acerca de la labor artística como un fenómeno distante, ajeno a las multitudes, exclusivo y excluyente. La exposición que más me marcó de todas las que se muestran en la retrospectiva que se presenta en El Parqueadero fue Pulse Room, consistente en una serie de bombillos conectados a un censor que transmite los impulsos cardiacos de quien lo toca y los transmite a un bombillo para que alumbre con el mismo ritmo del corazón de la persona que lo encendió; el ejercicio me pareció bellísimo, como lo decía una de las asistentes a la muestra “es una obra de arte muy orgánica”, el hecho de que los latidos del corazón activaran una maquinaria sumamente compleja, para mí, representa el papel del ser humano como creador y responsable de todas las nuevas tecnologías que han venido surgiendo; además de esto, el ofrecimiento que hace la instalación al espectador para que se convierta en parte de ella (porque sin los impulsos del voluntario la instalación es sólo un armazón de bombillos y cables) es muy importante dentro de la función lúdica que mencionaba antes, otro asistente mencionaba que “es divertido interactuar con la obra”.

Siguiendo con la idea de la obra de arte que educa al público acerca de cómo percibir el arte contemporáneo vale la pena mencionar Frequency and Volume, la obra diseñada para que el espectador con la sombra que proyectaba sobre un fondo blanco sintonizara distintas ondas de radio y pudiera, a través de su movimiento, subir o bajar el volumen. El video que aparecía en la retrospectiva mostraba a varios niños de colegio, no mayores de 11 años, que iban al museo y acudían a la obra de arte para aprender a través de la interacción con ella. Me gustó mucho este escenario presentado, ya que realmente muestra la expansión del arte hacia todos y sirvió para que en mi cabeza se formara una comparación extraña, pero que espero termine de ilustrar lo que despierta en mí la obra de Lozano-Hemmer: la obra de arte como un juguete de Fisher Price; no pretendo frivolizar el trabajo del artista, quiero transmitir lo siguiente: cuando en una juguetería me encuentro con un producto de esa marca es completamente irresistible para mí querer tocarlo, conocerlo e interactuar con él, y no soy la única, el objeto es interesante y atrayente para una inmensa gama de públicos, lo mismo que percibo en la obra del artista mexicano.

Espero poder ver en vivo y en directo, y preferiblemente en Bogotá, alguna de las obras de Rafael Lozano-Hemmer, primero que todo porque son un espectáculo de esos que hay que ver por lo menos una vez en la vida y porque pienso que la apertura de las esferas del arte en nuestro país hasta ahora se está llevando a cabo y la llegada de un artista con una mentalidad tan abierta impulsaría y aceleraría este proceso aún más.
Mientras tanto, espero que la retrospectiva de sus obras no se quede solitaria en esa esquina oscura de El Parqueadero dando un infructuoso loop, al estilo de Alÿs, y que en este caso hacer algo conduzca hacia algo.

sábado, 18 de abril de 2009

Cementerio Central

En primer y segundo semestre tuve la suerte de ver Historia Social de la Comunicación e Historia de la Comunicación de Masas con el mismo profesor, un comunicador joven, amable, apasionado por la historia y con un amplio conocimiento de su campo de acción. Lo que más me gustaba de su forma de enseñar era que siempre relacionaba lo que veíamos en el aula con la ciudad y el país que nos rodea, por eso las salidas de campo para trabajos y las investigaciones sobre Colombia eran interminables; puede que en su momento mi pereza no lo apreciara mucho, pero en el fondo me gustaba mucho salir a la calle y preguntarle a la ciudad sobre ella misma, yo no sé preguntar y Bogotá muchas veces es quisquillosa para responder, afortunadamente me acompañaron siempre Internet, mis compañeros de clase y mi profesor, un paisa que con menos de 10 años de estadía en Bogotá sabía más de ella que yo con 18 años de residencia ininterrumpida en la capital.

Este fue uno de los trabajos que tuve que hacer en segundo semestre, una crónica sobre el Cementerio Central. Desafortunadamente no tengo la copia completa, falta la parte de mi compañero de trabajo y la conclusión; sin embargo, pienso que los pocos datos que tiene son interesantes.


El Cementerio Central de Bogotá, antiguo Cementerio Universal, ha acompañado a los habitantes de la capital desde el 15 de octubre de 1827. Por su belleza arquitectónica, sus románticos pasajes cubiertos de árboles y su valor histórico es considerado una de las grandes joyas de la capital, pero debido a su función esta joya es un diamante negro; un brillante que con su presencia ha logrado modificar desde el imaginario místico y metafísico de los bogotanos hasta las formas de organización de la ciudad. Pero es este cambio en el imaginario público lo que más nos atrae, esa creación de mitos y leyendas alrededor de aquellos que ahora descansan en el Cementerio, custodiados por sus muros y vigilados por la estatua de Cronos que corona la entrada principal, bajo la cual hay una inscripción que reza en latín “Esperamos la resurrección de los muertos”; pero parece que para los bogotanos los muertos siguen estando allí, concientes de lo que sucede a su alrededor y de las plegarias que les hacen los vivos, quienes, devotos a ellos les confían sus penas y necesidades. Esta particular práctica entre pagana y cristiana es la que nos disponemos a explorar.

Fue un martes, tal vez minutos antes o tal vez minutos después de las 9 de la mañana, cuando entramos al Cementerio Central de Bogotá, claro que enmarcado por el gris y oscuro cielo bogotano de ese día sentíamos que aún estaba por amanecer. Afuera, y desde las 6 de la mañana, se encuentran dos amables mujeres vendiendo flores; su aspecto casi maternal fue lo que nos animó a preguntarles a ellas primero por las leyendas que se han creado alrededor del Cementerio y de los personajes que allí descansan, desafortunadamente, ellas al igual que la gran mayoría de las personas ahora viven bajo la filosofía de que todo el mundo es malo hasta que pruebe lo contrario, así que la desconfianza está a la orden del día, y más en un cementerio, lugar al que, francamente, poca gente asiste con ganas de hablarle a un par de desconocidos; ambas mujeres se muestran amables mientras les compramos un pequeño ramo de rosas, pero cuando preguntamos desde qué hora se encuentran allí su tono cambia y las respuestas son cortantes, así que decidimos entrar y probar suerte con el vigilante de la entrada. “Disculpe, usted sabe si aquí está enterrado Julio Garavito” le preguntamos después de asegurarnos de no confundir a este Garavito con el odiado Luis Alfredo Garavito. “No sé. En la administración les dicen” fue la respuesta, francamente decepcionante, que obtuvimos, y que nos hizo preguntarnos si tal vez hubiéramos obtenido una mejor si hubiéramos preguntado por “el del billete de 20”. Nuestro interés por Garavito no es realmente por él ni por su deteriorada cripta, que ha sufrido las vejaciones de uno de los agüeros más interesantes de los bogotanos que creen que frotando la cripta con billetes de $20.000 van a alejar la pobreza; sino por lo que dicen, se encuentra junto a su tumba; una pequeña cruz de piedra en homenaje a la prostituta María Salomé, a quien la gente va a contarle sus pecados y problemas, pues se dice que era una mujer bondadosa que, a pesar de su precaria situación, siempre ayudó a quienes la necesitaron, después de una muerte violenta – unos dicen que murió a manos de su hijo después de que este se enterara de la profesión que ejercía su madre, otros que murió apedreada – terminó en el Cementerio Central por el cariño que la comunidad le tenía, pero cuando la familia de Garavito se enteró de que una prostituta descansaba junto al hombre de ciencia la hicieron sacar y ahora se encuentra en el Cementerio del Sur, sin embargo, la pequeña cruz sigue allí. Buscamos la tumba infructuosamente, fuimos a la Administración y tampoco resultó de mayor ayuda, terminamos perdidos disfrutando del paisaje y de la lluvia que nos acompañó durante todo el trayecto.

Seguimos caminando, ahora en busca de la famosa tumba de don Leo Kopp, que se encuentra coronada por una estatua dorada de El Pensador de Rodin, y con ella sí damos fácilmente, allí encontramos a la única persona dentro del cementerio dispuesta a hablarnos – tal vez porque no vio la grabadora de voz que teníamos en la mano, tal vez porque ella también iba de “turismo” - , una mujer de unos cuarenta y tantos años a la que le pedimos que nos contara la historia de esa tumba “¿La historia de San Leo? Mi mami siempre venía y le decía algo al oído y sé que la gente viene y le hace peticiones, pero no, no me la sé” “¿Pero ni idea?”, preguntamos. “Ni idea, qué pena.” Nos respondió. No le pudimos decir que no tendría por qué apenarse, pues con lo poco que nos dijo logró bastante, ‘San Leo’…Leo Kopp no fue un hombre religioso, ¡ni siquiera era católico! Pero toda la leyenda que la gente ha construido a su alrededor ha logrado canonizarlo dentro de la cultura popular de la capital.


Foto: "Angello" de Sergio Páez.

De Brujas y Brujería

La primera entrada del fallecido Witching Hour. Me parece aceptable, gracioso y los datos algo interesantes.

¿Qué es la brujería? Según nuestro querido diccionario de la RAE brujería es el “Conjunto de prácticas mágicas o supersticiosas que ejercen los brujos y las brujas.” Esta definición tiene un poco de la magia de otras tantas que aparecen en el diccionario en las que realmente no se precisa el significado de la palabra tal y cómo quisiéramos, sino que la definición termina siendo otra palabra que tampoco conocemos, supongan que quieren saber qué significa X palabra, van y la buscan en el diccionario y la definición que encuentran es “relativo o perteneciente a Y”, eso es muy bonito si uno sabe qué es Y, el asunto es que la mayoría de las veces uno no sabe ni qué es X ni qué es Y; lo que me hace pensar en los diccionarios como una especie de mamá con ínfulas de Plaza Sésamo que cree en aquello de que darnos las herramientas para que nosotros mismos resolvamos los problemas es mejor que ahorrarnos el esfuerzo y resolver ella el problema.
Pero me desvié un poco del tema, así que retomemos, dentro de la definición de brujería, que tenemos más arriba. Lo realmente importante vendría siendo el significado de la palabra bruja. Probablemente todos ya sepan qué es una bruja – si no lo sabe le recomiendo que demande a sus padres por robarle su infancia – el asunto es que tenemos una idea generalizada que tiene sus fundamentos en cuentos de hadas o en pintorescos, y con mala ortografía, volantes y avisos clasificados. Lo cierto es que esta figura se ha desvalorizado bastante en nuestra cultura, se convirtió casi en una mala imitación de lo que representó y aun representa en ciertas culturas alrededor del mundo bajo diversos nombres y ejerciendo distintas funciones. Las brujas históricas son fascinantes, me parece realmente divertido ver cómo convivían con ellas las personas de la época, porque las odiaran o las aceptaran dentro de su comunidad permanece siempre un respeto reverencial hacia lo diferente y desconocido. Así que a continuación les presento algunos datos curiosos de la brujería a lo largo de la historia:

  • En el Primer Libro de Samuel, eso queda en el Antiguo Testamento, Saúl el primer rey israelita consulta a una bruja conocida como La Bruja de Endor para saber si ganaría o no la guerra contra los filisteos. Irónico que un personaje de semejante talla dentro del cristianismo, enemigo número uno de las brujas, haya recurrido a una de ellas en un momento de desesperación…está bien, recurrió a ella porque Dios lo había abandonado por ser un mal gobernante, lo que tal vez le quite algo de credibilidad e indulgencia bíblica a mi bruja; aún así, es mencionada en la Biblia y logra sobrevivir.
  • Me parece justo reivindicar no sólo a las brujas, sino también a la iglesia que no fue siempre una horda ignorante y violenta. En el 906 se publicó el Canon Episcopi, una especie de Obispado para Dummies, en el cual se afirmaba que las brujas no existían como seres materiales, sino que eran una especie de visión causada por el diablo; incluso decía que aquellos que creían en las brujas como seres físicos eran herejes. Claro que lo bueno no dura para siempre, y eventualmente llegó al papado el genio Inocencio VIII que empezó a decir todo lo contrario, lo que nos lleva a nuestra querida y nunca bien ponderada Santa Inquisición.
  • Sí, usted tenía toda la razón acerca de esa profesora que le arruinó la vida, esa que usted sabía que había anotado en los propósitos de año nuevo “hacerle la existencia un martirio a *inserte aquí su nombre*”, esa era una bruja y de las malas que hacen quedar mal a todas las demás.
  • En el archipiélago de Chiloé, Chile, – !Chile es Chiloé sin la o! – con la llegada de los españoles se creó el mito de Los Brujos de Chiloé, que mezcló la fobia europea a las brujas con la existencia de personas dentro de la comunidad con conocimiento de plantas medicinales, que eventualmente fueron rechazadas y cazadas por la sociedad gracias a la mano “educadora” de España. Aún así, el mito ha perdurado hasta este siglo.
  • La Wicca es una religión actual que se basa en la brujería antigua, especialmente en las tradiciones celtas. Contrario a lo que se podría suponer no son un grupo de perturbados mentales obsesionados con leyendas medievales, de hecho es una religión perfectamente organizada con miembros que son ciudadanos perfectamente normales, no adoran al diablo – claro que eso de adorar al diablo es algo bastante ambiguo, no voy a entrar en discusiones, pero esos conceptos cristianos tan antiguos no deben tomarse al pie de la letra – y no sacrifican niños o animales. Creen en la importancia de la comunión con la naturaleza, que es la encarnación del dios padre y de la diosa madre, se rigen por el principio de la Rede "Mientras no dañes a nadie, haz lo que quieras" y el de la Ley del Tres, una especie de karma.

Se dijo mucho de realmente poco, aún así espero haber aportado algo nuevo e interesante o por lo menos no haberlos aburrido demasiado. Gracias por leer.

A Midsummer Night's Dream

No, no lo he leído completo... a menos que haber leído los subtítulos de la película me acredite como lectora ante sus ojos (ante los míos no lo hace); sin embargo, este monólogo final me gusta mucho, Puck es un personaje encantador y un perro pulgoso que se acuesta en mi cama :D
Have a nice shakespearean day!

If we shadows have offended,
Think but this, and all is mended,
That you have but slumber'd here
While these visions did appear.
And this weak and idle theme,
No more yielding, but a dream,
Gentles, do not reprehend;
If you pardon, we will mend.
And, as I am an honest Puck,
If we have unearnéd luck,
Now to 'scape the serpent's tongue,
We will make amends ere long:
Else the Puck a liar call.
So good night unto you all.
Give me your hands, if we be friends,
And Robin shall restore amends.

viernes, 10 de abril de 2009

Advertencia

Yo sé que esto debió ir antes, pero ¿a quién le importa realmente? Al que le importe que diga yo y alce el pie derecho.

• Suelo escribir como pienso, así que puede que mucho de lo que publique sea refutado posteriormente, carezca de sentido y/o relevancia y tenga comentarios a parte, como si les estuviera hablando, así es como más disfruto escribir.

• Mis textos pueden ser bastante ladrilludos, porque una vez empiezo es difícil detenerme y prefiero la prosa al verso o a las frases cortas – que también tienen un nombre especial que se me escapa en estos momentos –.

• Soy muy desordenada.

• Me desanimo y me aburro con facilidad, así que si esto le gustaba y se detuvo de un momento a otro seguramente fue porque abandoné esta idea y me dediqué a una interesantísima y divertidísima nueva empresa.

• Contrario a lo que se pueda pensar y otros puedan decir de mí, siento que sé muy poco de todo – para una explicación levemente más extensa léase Las Mujeres Y El Problema De La Edad – por lo tanto, generalmente, sólo me aventuro a escribir sobre lo único que siento es terreno seguro, y eso soy yo. Sí, soy una maldita egocéntrica presumida, pero, aceptémoslo, todos los bloggers son unos malditos egocéntricos presumidos, que andan convencidos de que van a ser leídos por millones y que a millones les va a interesar leerlos.

• Esto es básicamente para mí, así que si no le gusta, le parece muy tonto o simple deje su comentario y no lea más, nadie lo obliga (:

Las Mujeres Y El Problema De La Edad

Él me preguntó por qué a las mujeres les importa tanto la edad, por qué el paso del tiempo y la medición en años que hacemos de ese acontecimiento nos afecta tanto.

Primero negué que yo perteneciera a ese grupo, pues lo primero que pensé cuando Él dijo eso fue que se refería a esas señoras que se quitaban descaradamente los años por vanidad; yo soy una mujer que por culpa del conflicto que siempre ha tenido con su lado femenino se encuentra cómoda negándolo y usándolo más bien como accesorio del lado masculino que anda exhibiendo constantemente.

Pero Él insistió y dijo que yo también me preocupaba por eso, que TODAS aquellas marcadas por la fabulosa dupla XX vivimos agobiadas por la edad, parte del recuerdo que nos deja el tiempo cuando corre, camina, vuela o se tropieza. Y ¿saben qué? Él tenía razón, molesto como siempre, tenía la razón.

Lo peor de todo es que con el descubrimiento y el análisis – bastante inútil, por cierto – del problema descubrí que esas señoras que tanto me molestan y yo somos iguales. Nuestra edad nos preocupa enormemente porque representa el tiempo que hemos habitado el planeta, y una vez contrastado ese lapso con los logros obtenidos sentimos que no hemos hecho absolutamente nada con nuestras vidas. Las mujeres tenemos complejo de Superman.

Quiero saber de todo, quiero hacerlo todo, quiero estar en todo, quiero tenerlo todo – y para algunas también aplica el “quiero estar con todos” – eso es lo que nosotras pensamos, y lo peor es que difícilmente nos conformamos con lo que sabemos, lo que hacemos, en donde estamos, lo que tenemos y con los que hemos estado (sí, la frase iba con doble sentido) ¿Por qué? Últimamente mi explicación a todos los comportamientos sociales de los colombianos ha sido que vivimos en una sociedad fundada por godos, mantenida por godos y, por lo tanto, inevitablemente conformada por imbéciles… es decir, por gente conservadora – la frase finaliza con una sonrisa y un alegre “¡eso lo aprendí en la universidad!” si ud. no recibe así su frase le devolvemos su dinero – así que con la ayuda de Él concluí muy aleatoria y parcializadamente, que las mujeres necesitamos hacer tanto porque nunca nos han dejado hacer nada y nunca nos han creído capaces de nada; el reconocimiento oficial nunca ha llegado, ¡no hemos recibido el memo de Gerencia! Y aunque todas, y casi todos, sabemos que la supuesta ineptitud de nosotras es una paparruchada alguna neurona estúpida nos hace correr y desvivirnos por un poquito de aprobación y reconocimiento… Retiro lo dicho, muy probablemente lo que sucede es que nosotras mismas somos las que NO nos creemos que seamos capaces de y por eso tenemos que andar por el mundo supuestamente probándole a los demás lo capaces que somos cuando realmente nos estamos es convenciendo a nosotras mismas que sí podemos, y como somos criaturas de hábitos muy probablemente una vez estemos convencidas sigamos haciéndolo porque ya estamos acostumbradas.

Así que… esa es la fobia de las mujeres y la edad.

Aclaración: las conclusiones acá presentadas no deben tomarse en serio para nada, son una simple opinión de una mujer que lo consideró y llegó a una conclusión en menos de 5 minutos.

Libros Hasta En Los Baños

Un escrito que hice para Grandes Clásicos de la Literatura Universal que revisa a vuelo de pájaro mi relación con la lectura, quise resaltar especialmente que la lectura como actividad cultural, de aprendizaje o de esparcimiento no debe estar ligada a los libros.
Aunque me saqué 5 (soy una maldita presumida) como todo lo que escribo, esto no me convenció del todo y pienso que debido a su finalidad académica no es tan entretenido como suelo escribir, y por las restricciones de espacio tuve que borrar varios detalles interesantes.
Sé que es extenso, nadie lo obliga a leerlo.


En mi familia todos leen, libros, novelas, tiras cómicas, periódicos, revistas de farándula, revistas de psicología, tablas nutricionales de alimentos enlatados, facturas, ventanas de chat, enciclopedias en línea, letras de canciones, mensajes de texto, recomendaciones de uso de productos farmacéuticos, etc. ¿Raro? Para muchos lo es, varias personas se han extrañado e incluso reído cuando vienen a mi casa y encuentran libros en los baños, pero para mí es completamente normal, durante 18 años lo he visto y vivido y me extraño de los baños que no tienen libros o algo qué leer, en esos casos suelo terminar ojeando, por enésima vez, los ingredientes de las cremas dentales. Suena gracioso, pero pienso que esa costumbre familiar ilustra bastante sobre el papel que tiene la lectura en mi vida cotidiana y el lugar que ocupó en mi crianza, mi lectora familia se encargó de inculcarme esa costumbre desde pequeña: mi primer libro, El Gato con Botas, mi edad, 3 años, mi incentivo, parecerme a “los grandes” que siempre tenían un libro en su mesita de noche y en sus ratos libres lo abrían para entretenerse. Ese juego infantil de emulación de la vida adulta evolucionó en un gusto genuino por la lectura, una vez superado El Gato con Botas vinieron varios cuentos y libros específicamente infantiles lo que, en mi opinión, me ayudó bastante a desarrollar mi amor por la lectura, pues recuerdo que cuando tenía unos ocho años debíamos llevar al colegio libros para leer, y eran muy pocas las niñas que tenían libros infantiles que se salieran de los usuales cuentos de hadas de los Hermanos Grimm o de Perrault – por no mencionar aquellas que llegaban con cuentos de Oscar Wilde o de García Márquez, excelentes historias, pero creo que no las más apropiadas para niñas de esa edad que, además, no habían cultivado aún un gusto por la lectura – por lo que mis cuentos cortos, llenos de dibujos y protagonizados por gemelos traviesos, monstruos de cajas de cereales y piratas torpes eran la sensación.

Uno de los varios hobbies de mi abuelo es coleccionar los fascículos de las enciclopedias que vienen en El Tiempo y luego recorrer el centro en busca del local en el que se las empasten al menor precio – es un ritual interesante, porque siempre termina siendo el mismo local, pero aún así, él siente la necesidad de recorrer todo el centro –, así que la biblioteca de mi casa está llena de enciclopedias de El Tiempo, y lo ha estado desde que tengo uso de razón, por lo que desde muy corta edad tuve la oportunidad de dejarme atrapar por los coloridos gráficos que adornan estas enciclopedias…y de empezar a almacenar información no del todo útil, pero tampoco digamos que inservible. Si entonces ya tenía el hábito de leer por diversión enciclopedias no es difícil adivinar que la lectura de libros no académicos ocupaba ya una parte bastante considerable de mi tiempo libre – y de mi tiempo no libre también, más de una vez he tenido que trasnochar leyendo fotocopias para la universidad porque en lugar de leerlas cuando debía resulté embelezada con algún escrito de Daniel Samper Pizano, cualquier aventura de Batman o el libro de turno que descanse sobre mi mesita de noche –.

Los primeros libros “serios” – cuando era pequeña pensaba que para que un libro fuera serio y de grandes debía tener más de 100 páginas y ningún dibujo – que leí fueron los de Harry Potter, y creo que el salto de los libros infantiles a esa nueva literatura, más madura pero fantástica todavía, fue lo que terminó de definir lo que me gusta y no me gusta leer. He descubierto que utilizo la lectura como medio de escape de la realidad – tal vez por eso soy la única comunicadora a la cual no le gusta leer un periódico – por eso la mayoría de mis libros favoritos son de fantasía, aquellos que transportan a mundos distintos, donde lo irreal es lo más cotidiano. Cuando no son libros fantásticos los prefiero históricos, porque me hablan de tiempos remotos, o no tanto, pero nunca abordan específicamente mi realidad; la humanidad intrínseca en esos libros, al igual que en todos, me gusta, porque me habla directamente a mí, pero sin meterse en mi conflictivo entorno, me ayuda a saber de dónde vengo – la historia me apasiona – pero los roces con la realidad son escasos y prefiero evitarlos, más me gusta analizar el estilo de vida, las filosofías y los modos de pensar de las personas de la época en que fue escrito el libro que leo; ese aspecto de la lectura es fundamental para mí, pues creo firmemente que la lectura siempre arrojará algún tipo de conocimiento nuevo, leamos lo que leamos, desde las facturas y las ventanas de chat que mencioné al principio hasta La Divina Comedia, pasando por las enciclopedias.

Entre las materias del eje de estéticas que debo cursar, se encuentran tres ofertas de Literatura, Grandes Clásicos de la Literatura Universal, Literatura Colombiana y Literatura Latinoamericana del Siglo XX, elegí sin duda alguna Grandes Clásicos porque me parece que la literatura latinoamericana – incluida, obviamente, la colombiana – es demasiado realista para mí, aunque entre mis libros favoritos se cuentan Cien Años de Soledad, de García Márquez, y La Bruja, de Castro Caycedo, ambos son libros que tratan temas delicados y conflictivos de la historia colombiana, pero que los abordan desde una visión mágica y fantástica que me cautivó completamente. Sé que tendré que enfrentarme a la literatura realista eventualmente, pero por ahora prefiero perderme en países lejanos, cosmogonías distintas y contextos siempre humanos, pero de cierta forma, ajenos al mío.